En mi salón hay una rusa, háganme el favor; llegó de intercambio porque estudia en una universidad alemana. Un día, a la hora de comer, se sentó junto a mí en la cafetería y me preguntó como para romper el hielo qué música me gusta. ¡Me cago en Dios y en la corte celestial! Qué es eso de andar juzgando las personalidades de cada pendejo por el tipo de música que escucha. ¿O sea que si me gustan Los ángeles azules, el Tropicalísimo Apache o Alfredo y sus teclados soy un pendejo? Pero ha de ser muy cool escuchar Franz Ferdinand o Blur o cualquier otro montón de jotitos europeos hijos de papi que posan de poetas malditos. Vayan y chinguen a su madre. Nomás le faltó, para sondear los abismos de mi alma, preguntar cuál es mi película favorita. Como si no hubiera un montón de wannabes que dicen que su peli favorita es La naranja mecánica o que su director favorito es el David Lynch nomás pa apantallar. ¿De veras creen que se puede saber quién es alguien con ese tipo de preguntas? No mamen, todos sabemos que si de verdad quieres conocer a alguien tienes que preguntarle cuánto dinero gana o si hay indios entre sus ancestros, no si se excita con Lupe el de Bronco. La rusa y yo cogimos una vez. ¡Pero ni una más por pendeja!
